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Los frailes dominicos están presentes en las tierras de Andalucía, desde el año 1236, cuando la ciudad de Córdoba fue reconquistada por el rey Fernando III el Santo. Tras la toma de la ciudad, el monarca les donó el Real Convento de San Pablo. La presencia de frailes predicadores entre el séquito del rey santo está documentada, y de la mano de sus campañas de reconquista, se va dando la presencia de las nuevas órdenes mendicantes en las tierras del sur de la Corona de Castilla.
En el año 1630, la orden dominica estableció en Cádiz un hospicio y cinco años más tarde logró fundar su convento. No fue hasta 1643, cuando se consiguieron los correspondientes permisos para la edificación del convento, tal como se conoce hoy día,. La obra comenzó dos años después y la de la iglesia en 1652, con los alarifes o maestros de obras Antón Martín Calafate y Bartolomé Ruiz. Fue concluida por Luis de Lojo en 1666.
El 14 de julio de 1635 gracias a la compra de casas y solares, junto una localización denominada «del boquete» (lugar que había sido un muladar y donde los asaltantes anglo-holandeses habían arrojado la imagen de la Virgen del Rosario en 1596) cercano a las murallas. No fue hasta 1643, cuando se consiguieron los correspondientes permisos para la edificación del convento, tal como se conoce hoy día,.
La construcción del convento dio comienzo a finales de 1645. La comunidad dominica concierta con los alarifes Juan Ruiz y Pedro Martínez la cimentación de la iglesia. La edificación de la iglesia no comienza hasta el 21 de junio de 1652, fecha en la que se concierta su construcción con los también alarifes Antón Martín Calafate y Bartolomé Ruiz. Fue concluida por Luis de Lojo en 1666.
A mediados del siglo XVIII la iglesia fue reformada, por lo que se incluyó una abundante decoración de yeserías. Tras sufrir graves daños al ser incendiada en dos ocasiones (en 1931 y en 1936), fue restaurada entre 1945 y 1948 bajo la dirección de Aurelio Gómez Millán.
El convento responde a la tipología tradicional de estos edificios: presenta claustro central con galerías perimetrales, adosándosela iglesia a uno de sus laterales. Esta es de planta de cruz latina inserta en un rectángulo, con tres naves y cabecera recta compartimentada en tres espacios. Las naves se separan por pilares cruciformes, siendo la central de mayor anchura y altura que las laterales. Las cubiertas en la nave central, el presbiterio y los brazos del crucero son de cañón con lunetos y fajones; las de las naves laterales, bóvedas de arista y en el crucero se dispone cúpula sobre pechinas. Los dos primeros tramos de los pies están ocupados por un coro que se sustenta por bóveda de cañón rebajado.
Formando ángulo recto con la fachada de los pies de la iglesia, se encuentra la portada de Santo Domingo por la que se ingresa a la zona conventual y a la capilla de la Venerable Orden Tercera. Dicha portada, que ostenta la fecha de 1675 y está labrada en sillería de piedra arenisca, tiene dos cuerpos. El inferior es adintelado y moldurado con baquetón mixtilíneo y pilastras dobladas de orden toscano que sustentan un entablamento con inscripción alusiva a la fundación. Sobre el saliente de la cornisa se conforma un frontón curvo roto.
En este segundo cuerpo, el centro lo ocupa una hornacina avenerada enmarcada por pilastras toscanas y frontón recto, que alberga una escultura italiana del XVII de mármol blanco de Santo Domingo de Guzmán, y los laterales sendos escudos de la Orden dominica, de la misma procedencia, cronología y material.
Traspasada la portada de Santo Domingo, a través de un zaguán con zócalo de azulejos del XVII en el que aparecen reiterados los escudos de dominicos y franciscanos y solería de mármol genovés en damero, se hallan los accesos al claustro y a la capilla de la Venerable Orden Tercera levantada en la primera mitad del siglo XVIII, cuyo diseño se debe a Juan Martín de León.
La portada interior de la capilla de la Venerable Orden Tercera ofrece un hueco adintelado que se cierra con una interesante puerta de madera tallada en maderas nobles de la primera mitad del siglo XVIII y se enmarca por baquetón moldurado de perfil mixtilíneo coronado por movidos fragmentos de frontón curvo. Flanqueando la portada hay dos pequeños altares, ornamentados con yeserías, que albergan imágenes del Niño Jesús y de la Virgen del Rosario.
Interiormente, la única nave de esta capilla, de planta rectangular, se subdivide en cinco tramos por fajones moldurados que descansan sobre pilastras con contrapilastras corintias. Cada uno de los tramos de la bóveda, de perfil muy rebajado, se ornamenta con yeserías que dibujan formas estrelladas semejando nervaduras góticas. También decorada con yeserías, de dentículos y ovas, se presenta la cornisa que recorre perimetralmente el espacio como línea de imposta de donde parte la bóveda. Sobre esta cornisa se sitúan angulosos y movidos fragmentos de entablamento sobre canes con hojarascas laterales. El arco triunfal de acceso al presbiterio presenta una carnosa decoración de guirnaldas de frutas y cartela central con el escudo dominico. A los pies, en alto, se sitúa el coro.
Hacia 1660 se fecha el claustro, que organiza las dependencias conventuales. Tiene tres plantas de altura decreciente. La inferior, abierta, presenta arcadas de cinco vanos de medio punto sobre columnas toscanas de mármol blanco, con enjutas decoradas con molduras planas sobrepuestas. El segundo cuerpo se articula por pilastras entre las que se disponen vanos rectangulares a modo de balcones que se coronan por frontones, alternadamente curvos y triangulares, de los cuales, los situados en el centro de cada lado, albergan tarjas de mármol conteniendo escudos de la Orden. En el tercer piso la secuencia es de vanos ciegos rectangulares y arcos rebajados que cobijan ventanas adinteladas enmarcadas por molduras planas con orejetas.
En el ángulo de la crujía frontera a la iglesia, se ubica la caja de escalera que arranca y desembarca en dependencias rectangulares centradas por doble arquería de medio punto que descansa sobre una robusta columna toscana de mármol. La escalera, de amplias dimensiones, se desarrolla en dos tramos con meseta central. Cada peldaño constituye una sola pieza de mármol blanco.
Ocupando el centro del claustro se sitúan cuatro brocales de pozo iguales. Son de mármol blanco italiano y forma octogonal. En cuatro de sus frentes se superponen, de forma alterna, tallas de escudos dominicos y franciscanos. Dos lápidas con inscripciones se hallan en el claustro en las inmediaciones del acceso a la sacristía: la lápida sepulcral de Domingo Munárriz (1701) y la recordatoria de la bula de redención de ánimas del Purgatorio (1724). Además deben mencionarse las lápidas del presbítero Núñez Chacón, fechada en 1672, y del regidor Olivares, de 1701, ambas con escudos heráldicos.
En la sacristía interesa destacar la zona contigua a la iglesia, en cuyo frente hay dos puertas adinteladas y enmarcadas por baquetones mixtilíneos entre las cuales se ubica un aguamanil de mármol blanco sobre un fondo de azulejería.
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